Una enorme cabeza de ballena a pocos metros de nosotros. Un gran tabique del helado glaciar precipitándose a las aguas, mientras huyen los pingüinos. El suave aleteo de una multitud de Monarcas oscureciendo el cielo mexicano o canadiense. El bramido del elefante africano o del indio, coloreado para la ceremonia. Navegar en canoa entre cientos, tal vez miles, de focas y lobos de mar. Algunos se deslizan por las rocas tan próximos que parece que tu pequeño refugio de madera y tela naufragará por el oleaje producido… Pero también la huella del misterio, pisadas de dinosaurios en lo que fuera un lecho de río o en la cumbre de un cerro antiguo volcán, que nos recuerdan que lo que fue, perduró por mucho más tiempo, que la mayoría de las especies actuales. Si somos capaces de comprender que aún habían mamuts mientras Hammurabi escribía su ley y que el megaterio y el esmilodonte campeaban aún mientras los americanos primitivos construían sus primeras culturas y que sin embargo todo esto se extinguió, entonces comprenderemos la belleza de este mundo e intentaremos rescatar lo hermoso de cada día para que otros humanos, muchos años después de nuestra partida, sigan esta conversación interrumpida.
Eduleira dijo en 200 palabras el 03/11/2008 17:17
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