domingo, 4 de mayo de 2008

El Sachayoj

“¿Qué sería de nosotros sin folclore, sin lo mítico que proporciona la medida justa de las cosas y el rasero sin el cual los hombres bajo este sol, no sabrían distinguir el bien del mal?” Era la siesta en el pago. José, como de siete años, aprovechaba para ir a jugar con sus amiguitos, al bosque cercano. Allá semejaban gauchos domando potros y peleando las batallas de la ficción que relataban sus padres y abuelos, o las que comenzaban a leer en revistas y libros de cuentos. Pero esta vez, en el bosque nativo del cual reconocían árboles y matas, tras oírse un golpe como el del hacha desgajando un tronco, pudieron ver de espaldas un hombrecito corpulento que miraba hacia el otro lado, en donde una cuadrilla cortaba madera para luego acarrearla lejos, a la ciudad que la devoraba. La personita vestía una especie de sombrero rojo y un saco largo, de color verde, sus pantalones eran rojos. Cuando se volvió, José pudo ver su rostro barbado, sus ojos como ascuas ardientes y las manos… que semejaban garras como de águila. Su boca, cuando miraba de lado, parecía la de un puma, sedienta de la sangre de una presa.

Eduleira dijo en 200 palabras el 04/05/2008 14:54 Basado en un mito santiagueño.Ver Ref. en: http://compartiendoculturas.blogspot.com